“En Fátima todas seréis hijas” – esta fue la cariñosa advertencia que D. Jorge, el capellán de Senara, nos hizo al impartir la bendición de viaje. Y así fue.
21 de febrero, 15.00horas. Once alumnas, once madres. Tres furgonetas. 528 kilómetros por delante. Decenas de playlists. Tres Rosarios por el Papa sincronizados con el que se estaba rezando en Colegio. Y tantas conversaciones serenas… este viaje es fácil.
Al llegar a Fátima, ahí está: la torre iluminada de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario nos da la bienvenida. Y nos señala el punto de encuentro. Al aproximarnos a la Capelinha: “Hijas, ya habéis llegado. Ya estáis en casa”. De modo silencioso, nuestra Madre nos hace descubrir a cada una cuántas ganas teníamos de este encuentro con Ella. Pausa, Oración, Consuelo, Agradecimiento, Contemplación, Petición. “Madre, qué bien se está aquí”.
Reorganizamos el plan: ya habrá otras oportunidades para el turismo. El sábado también nos quedamos con nuestra Madre, en su casa. Misa en la Basílica de la Santísima Trinidad, solemnidad de la Cátedra de San Pedro. Qué oportuno, más rezos por nuestro queridísimo Papa Francisco. Madre, cuídanoslo, que le queremos mucho. Y Confesiones, Capelinha, Aljustrel, Via Crucis – que nos enseña una nueva jaculatoria: “Jesús, háblame al corazón”. Todas al unísono. “Qué bien se está aquí”. Animando nuestro caminar – que hay quien dice que fueron 18 kilómetros – hay risas, bailes, confidencias, compartir ilusiones, una copa de vino, y hasta lecciones de arte con gancho!.
El domingo madrugamos, para poder despedirnos de Ella. Y prometerle que volveremos, muy pronto, con el resto de la familia.
Sí, Madre, en Fátima nos has cuidado como hijas únicas, hijas favoritas. GRACIAS















