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Cualidades de un buen «lider familiar»

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LAS CUALIDADES DE UN BUEN «LIDER FAMILIAR»

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«Tú sabes mandar porque quieres a la gente»

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La palabra “líder” del título puede confundir, porque cuando uno piensa en líderes le viene a la cabeza grandes figuras históricas, científicas, militares o políticas… y evidentemente no hablaremos aquí de eso. Tampoco me extenderé demasiado en las “grandes” características del líder o del liderazgo, pues en la familia entiendo que la cosa va –más bien-, de pequeñas metas alcanzables por todos los miembros que la componen, por objetivos adaptados a la edad, capacidad y circunstancias de cada hijo (o, naturalmente, también de las metas a las que papá y mama deben aspirar en el trato entre ambos o en la educación de cada hijo). Por lo tanto podríamos resumir que un líder es el que consigue, mediante su prestigio y buen criterio, que los demás se fíen de él y, por tanto, se sientan motivados para emprender las tareas que les proponga. Sirve de guía y referencia para emprender y conseguir unos objetivos fijados. Sabe mandar. Me viene a la memoria lo que le decía una amiga  a un directivo: Tú sabes mandar porque quieres a la gente.

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En el liderazgo familiar, la premisa que daba esta persona al directivo —querer a la gente— está intrínsecamente unida a ser padres. Con un valor añadido: mientras que el directivo busca rentabilidad, los padres buscan la felicidad de sus hijos y que sean buenos profesionales y buenas personas; y, si además, calan en ellos los valores trascendentes que intentan vivir los padres ¡qué gran resultado educativo!

Ahora bien, ¿Quién debe ejercer el liderazgo en la familia? En mi opinión, debe ser compartido por el padre y la madre; si bien, el reparto de tareas será importante, según las capacidades de cada uno y la peculiaridad del asunto a tratar. 

¿Cuándo empezamos a ejercer el liderazgo? Como dice el popular refrán: nunca es tarde si la dicha es buena, pero al estar leyendo esta nota pensarás que “cuanto antes cuanti que mejor”. Para ello, los padres tenemos que reflexionar si somos coherentes con lo que queremos para nuestros hijos:

  • Queremos que sean felices

Seamos nosotros felices. Qué satisfacción vemos en los hijos cuando nos ven reír, cuando nos ven que hablamos de cómo ha ido la jornada en casa y en el trabajo, cuando hablamos con ellos, cuando les escuchamos, cuando les orientamos, cuando -poco a poco- les vamos enseñando a tener paciencia, a respetar a sus hermanos, a cumplir los encargos…, cuando les vamos enseñando a ser responsables, cuando les hacemos ver que las notas no son lo importante, sino el esfuerzo que se pone para conseguir buenos resultados, cuando no gritamos, cuando…

  • Queremos que sean buenos profesionales y buenas personas

Seamos nosotros buenos profesionales y buenas personas. Contarles qué hacemos en el trabajo y cómo lo hacemos. Contarles las alegrías y las penas -sin dramatizar-. Fomentar el orden en nuestra casa -empezando por nosotros-: habitaciones, lugar de estudio, cajones…; un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio. Pedir ayuda a nuestros hijos, según la edad, para los pequeños arreglos de la casa. Enseñarles cuánto dinero cuestan las cosas, que ellos mismos hagan la compra en el supermercado o en las tiendas del barrio. Enseñarles la importancia de las cosas pequeñas: limpieza, apagar la luz, cerrar la puerta sin portazos… Animarles a ser tenaces, no rehuyendo el esfuerzo. Huir del valle de las excusas: “es que…”. Educarles en la generosidad con los hermanos, amigos…

  • Queremos que tengan valores trascendentes

No vale el “haz lo que yo diga y no lo que yo hago”. Los hijos son muy críticos y juzgan -a veces muy exageradamente- la hipocresía de los padres. Enseñarles a querer los actos de piedad y participar con ellos, teniendo en cuenta la edad y sin autoritarismo. A este respecto, vale la pena aquí recordar las palabras del papa Francisco el día de san José, dirigiéndose a los padres: “Pido para vosotros la gracia de estar siempre muy cerca de vuestros hijos, dejándolos crecer, pero estar muy cercanos, eh!”.

Para terminar os propongo que valoréis si las cualidades propuestas anteriormente son acertadas, o interesantes o aplicables a su día a día.

– generosidad (todo lo nuestro es suyo)- paciencia (creo que si nuestros hijos nos hubieran obedecido siempre a la primera no seriamos-hoy-, tan pacientes como lo somos, –orden (supone no solo la organización de cosas materiales, sino también la organización de nuestras ideas y actos) –sentido del humor (para combatir el “estrés doméstico” no hay nada mejor que el sentido del humor, un ambiente risueño y positivo aumenta la -confianza)

Queremos ser buenos líderes para nuestros hijos: nos gustaría ser buenos padres para nuestros hijos.[/vc_column_text][vc_empty_space height=»12px»][vc_column_text]

LORENA ARES
Dpto. DOIP de Senara

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